martes, 4 de noviembre de 2008

Pura locura

Sólo ha durado unos segundos, la luz, me refiero, pero ha sido sorprendente. A punto de esconderse, el sol ha iluminado el edificio que hay frente a mi apartamento. El edificio es alto y blanco y la luz, al reflejarse en él, como si fuera la pantalla de un fotógrafo, ha rebotado y me ha dado directamente en los ojos. Me pregunto cuántos párpados se habrán cerrado hoy, cegados por el sol.
No hay ningún misterio en la luz del atardecer, pero sí en cómo las flores de la terraza han comenzado, inmediatamente después, a emanar un fuerte y dulce olor. No me haría estas preguntas si no anduviera sumergida desde hace tres horas en los mundos de varias dimensiones que relata "El fin de Mr. Y". He elegido el libro para salir un rato de mi propia mente, que a veces, como dijo ayer una mujer acerca del metro de SaoPaulo cuando entró a empujones en el vagón, me parece "pura locura". Igual que los libros, las flores y las luces que se reflejan en los rascacielos de esta ciudad.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Mujeres que duermen

Todos los váteres son iguales en todas las ciudades del mundo. Cosas de la globalizacion. O de que son un buen invento, me digo.
Y miento, porque en Beijing los baños públicos tenían letrinas. Será que las mujeres chinas prefieren mojarse los tobillos a sentarse en un lugar en el que se ha sentado medio planeta.
Es cuestión de gustos, o de costumbres.
A Mafalda le preocupaban mucho los chinos. Decía que no era lógico que ellos se fueran a trabajar mientras los demás dormíamos, que eso era competencia desleal.
A Murakami, en cambio, en After Dark, le preocupan los televisores que en medio de la noche secuestran a mujeres de sus dormitorios y las llevan a una dimensión en la que la realidad es otra. Sólo lo hacen con aquellas mujeres que no quieren despertar, mientra que las que están despiertas tienen que velar el sueño de las que duermen. Hay muchas maneras de dormir y una mujer que permanece despierta debe mantener la alerta. Así ha sido siempre, desde que el mundo es mundo en Sao Pauo, en Beijing y en Kioto. Me pregunto qué mujer estará velando por mi en España.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El constante tránsito de lo oscuro a lo oscuro

El invierno es el tiempo perfecto para hacer cucharita, que consiste en adoptar la posición de la imagen con la modelo invertida en el lado contrario.
El invierno me hace pensar en la nieve que no veré en Sao Paulo.
Allí ha empezado la primavera y es por todos sabido que en la primavera tropical no nieva nunca.
Pienso en ello y pienso también en los millones de personas junto a los que caminaré en la ciudad. Millones de caras, cada una distinta y todas iguales. Caras con quehaceres y vaivenes, distintos a los míos y al mismto tiempo idénticos.
Leonid Andréyev, en "Los espectros", dice que la gente que entra y sale esta noche del Babilionia parece la misma gente, pero que no lo son. "En realidad son distisntos...", como los copos de nieve, "...en su constante tránsito de lo oscuro a lo oscuro".

jueves, 31 de julio de 2008

La linea 5 en Madrid, la verde en Sao Paulo


Un hombre ha subido al metro en Núñez de Balboa y ha pedido permiso para cantar. Nadie se lo ha dado, pero tampoco nadie le ha dicho que no. En cuanto las puertas se han cerrado a su espala se ha puesto a soplar la armonica y a tocar la guitarra. La musica sale de un amplificador del tamaño de una nevera de camping.


Otro hombre ha subido al metro en la estacion de Mooca. Vende revistas de cocina que cuestan en el quiosco 3,5 reales a 1 real. Anuncia a los cuatro vientos que quien la compra aprende a asar pescado con salsa de leche de coco.

A veces me confundo y no sé dénde estoy.

Hoy me conformo con cocinar tortilla de patata en Sao Paulo mientras escucho a los Skank. Cualquier cosa por olvidar que esta noche toca Joao Gilberto a unos metros de aqui y no he conseguido entradas.

jueves, 10 de julio de 2008

Del diario de Olivia II


"Charlie no se llamaba así. Charlie fue el nombre que elegimos para denominarle porque, fonéticamente, era lo que más se parecía a Yiang Yieng, al menos aquella noche de diluvio alcohólico.
Yiang Yieng tenía un bar musical en un hutong de Beijing. Al atardecer, cuando el barrio estaba a punto de dormir, él sacaba su guitarra acústica y se ponía a tocar canciones de Bruce y de los Roling y hasta de Chuck Berry.
La noche que decidimos llamarle Charlie, Ana y yo habíamos bebido varios vodkas con hielo. En la pequeña terraza del bar llamaban la atención dos mujeres occidentales que fumaban como piratas y reían sin cesar. Pronto se hizo un pequeño grupo: tres hombres, incluido Charlie, y nosotras. Charlie tocó un par de canciones, nos sirvió un plato de peanunts y se dejó fotografiar como un adolescente. Le prometimos enviar las fotos y nos despedimos.

Nunca lo hicimos, lo de enviar las fotos, me refiero, pero al regresar al Madrid apareció un gatito con ojos rasgados, feo y golfo. Ana le dio el nombre de Charlie y yo el cobijo de Chueca.

Un año después he leido Rabia, de Sergio Bizzio. No sé por qué extraña conexión vinculo las guitarras de Chuck Berry y la marcha de Charlie al portal número 33 de la calle, donde vive Rosie - gata y blanca, cómo no-, con "Rabia", una abrupta historia de amor, ruido y furia.
Voy a pasar la noche con Tsutsui. Mañana les cuento.

miércoles, 9 de julio de 2008

Naturaleza infiel



Charlie se ha ido. Desde hace unos días no aparece por casa, ni siquiera a comer.

Charlie es un golfo, no puedo negarlo, pero no es normal que no haya vuelto desde el lunes. He preguntado en el bar de Los Jiménez si podían echar un vistazo al patio interior. Por si se hubiera caído, le he dicho a la camarera. Charlie se suele largar por los tejados cuando me levanto para ir a trabajar y pasa todo el día fuera. Hasta ahora era un tema que no me preocupaba. Al fin y al cabo sé que hay muchas gatitas blancas con las que yo no puedo competir.

Pero Charlie siempre vuelve.
Mañana pondré carteles con su foto por los portales del barrio. Por si todo fuera fruto de su naturaleza infiel.

Cristina Grande ha escrito una novela. Por dios, léanla.

martes, 8 de julio de 2008

Humo y espejos

Hay cosas que huelen a la parte de debajo de las cosas. Los trolls, por ejemplo. Los trolls se comen la vida de las personas que no son inocentes, y si un troll te pide tu vida, tienes que dársela. Sabes que, antes o después, dejará de merecer la pena vivirla.

Hay días en los que uno rendiría su alma al ataque de un troll.
Hoy no es uno de esos días. Hoy, después de ver cómo tocan los Blues Brothers, me doy una dosis de humo y espejos con Neil Gaiman.

viernes, 20 de junio de 2008

Las ratas de Chueca



Gilbert anda cerca. Sé que me ronda desde que volví de Buenos Aires, pero hasta ayer no se había manifestado. Lo hizo en forma de rata. Una rata enorme que husmeaba entre las basuras del edificio que hay enfrente de casa.

El edificio está en obras desde hace diez años. Cuando llegué a Madrid un andamio de hierro sostenía su estructura, pero todavía estaba habitado. En las noches del primer verano que pasé aquí, boqueando como un pez en el alféizar por el exceso de calor, escuchaba las conversaciones de la gente que vivía dentro. Hablaban en todos los idiomas imaginados, lo que consideré una prueba irrefutable de que el diablo andaba suelto. Alguien más debió darse cuenta de ello porque, unos meses después, el edificio fue demolido, aunque conservaron su fachada y sustituyeron el andamio de hierro por otro más liviano. La fachada sigue en pie frente a mi ventana y durante un tiempo el solar que esconde fue refugio de gente que andaba buscando intimidad o sexo o ratas para comer caliente.

El invierno que conocí a Gilbert un par de hombres negros acomodaron colchones viejos y cartones en el primer nivel del andamiaje. Les veía cuando regresaba del Susan de madrugada. Una noche escuché la voz de una mujer. Se había ennoviado con uno de ellos y los dos amigos andaban a gritos. No entendí una palabra, pero me pareció que la discusión estaba motivada por un conflicto perfectamente doméstico: una mujer, en el hogar, quiere su espacio y aquella mujer lo defendía con uñas y dientes.

La mujer se quedó, pero o la pareja prosperó y alquiló un piso o la relación no duró mucho porque, un par de semanas después, cuando volvía de una de esas noches de Susan, eché en falta las discusiones conyugales que tanto me hacían sentir que el hogar existe. Había escuchado a los vecinos comentar que lo que ocurría en el andamio les molestaba. La verdad es que nunca alcancé a valorar lo sucedido. Vivo en el cuarto, duermo poco y no sabría decir si la desaparición de mis nuevos vecinos estuvo motivada por la iniciativa popular. En esta ciudad una nunca se hace idea del nivel de influencia que tienen las ideas colectivas.

Tal vez por eso, por mi inexperiencia, no valoré los planes de Gilbert.


lunes, 16 de junio de 2008

Del diario de Olivia

"Me llaman la atención los perros argentinos. Perros por todas partes: abandonados, paseados en grupo o arrastrados en un remolque del que tira un Chevrolet rojo adornado con banderas patrias.
Me pregunto si Federico, el que trabaja en la oficina de turismo de Bahía Blanca, tiene perro o se limita a compartir los restos de sandwich de miga que le sobra las noches que cena en la calle Drago. Allá, en la cafetería que hace esquina con la avenida de Colón, siempre hay tres perros que esperan que a los clientes se les caiga un trozo de milanesa. Si no ocurre, da igual. Tienen todo el tiempo del mundo. Milanesas hay muchas y también corazones como el de Federico.
Pienso en ello pientras leo Página 12 sentada en una terraza de Honduras con Julio Cortázar. Esto es Palermo, Buenos Aires, y yo no sé quién seré a partir de mañana".

lunes, 2 de junio de 2008

Una habitación en Buenos Aires




He vuelto de Buenos Aires.
Si alguna vez me preguntan cuál es la ciudad en la que puedo encontrarme (que nada tiene que ver con perderme), diré que es Buenos Aires.
Tal vez me hayan secuestrado y tenga ese síndrome extraño que habla de Estocolmo.
Tal vez, cuando esté mejor que hoy, haga un sesudo análisis de la ciudad y publique un breve ensayo acerca de la creatividad que la atraviesa como una lanza.

Puede que entonces la diseccione, la retrate, la describa, la vulnere y, finalmente, la profane.

Otro día. No hoy.
Porque hoy, Buenos Aires, es para mi La Ciudad.


Cuando tengan un huequito, vayan al 1551 de Acuña de Figueroa.
Vayan a la habitación sin número, en cuya llave sólo pone "doors".
Entren, respiren y sientan.
Ahí estaré yo durante una temporada.

Si sus orgasmos son diferentes, no se preocupen, son mis orgasmos.
No le den vuelta tampoco al amor que sienten.
Es mi amor. En esa habitación hay magia.
Durante unos días, por favor, dejen que sea mi magia.

Me llamo Olivia.

lunes, 12 de mayo de 2008











¿Qué hace hombre a un hombre?

jueves, 8 de mayo de 2008

Un gato en la ventana


Escucha. Hay un gato junto a la ventana y desde la calle entra una ligera oscuridad que hace más intenso el resplandor de la lámpara interior. Sobre la banqueta alta tecleas con las piernas cruzadas. Llevas medias negras y un vestido negro. Cubres los hombros con una manta marrón. Sólo estás calentando los dedos, entrenando, buscando el tono adecuado. Y justo ahora empiezas a escribir.
¿Qué es? ¿Un cuento?
Ni idea. Se trata sólo de que alguien conozca esta historia.
Contar, por ejemplo, que vives angustiada, con una amenaza constante sobre tu cabeza. Sabes que si no escribes dos folios diarios Gilbert terminará contigo. Ya lo ha hecho con tus hombres y con tus amigos. Ha matado a todos. Y los que siguen vivos han desaparecido de tu lado. Gilbert vendrá en cualquier momento y pondrá fin a esas noches de drogas y alcohol con las que te empeñas en creerte que estás viva, que vives cosas especiales. No queda casi nadie. Apareció una noche en medio de una carretera y te prometió la luna a cambio de tu talento. ¿Quién es Gilbert? ¿Qué hace hombre a un hombre? ¿Y mujer a una mujer? Puedes comenzar tu historia. El modo en que termine dependerá de ti.

martes, 6 de mayo de 2008

Apocalypse Now


Interior. Noche. El Susan Club de Madrid
Gilbert habla con Olivia
- ¿Cómo va el ánimo?
- Regular. No sé si echo de menos el mar o es que no he dormido más allá de dos horas.
- ¿Razones?
- La magnífica celebración del Madrid en la Cibeles...

Interior. Noche. El apartamento de Olivia
Olivia escribe en el ordenador. Mientras Charlie y Nakata, sus gatos, pululan por la mesa de trabajo, ella fuma compulsiva. Leemos lo que escribe.

"...y digo magnífica porque allí había, en orden de importancia, el siguiente despliegue de medios.
- 12 unidades móviles de televisión
- 250 periodistas acreditados
- 1 escenario/pasarela de 20 metros cuadrados
- 25 focos de alta potencia para actuaciones de grandes bandas
- 32 altavoces con no sé cuántos vatios de potencia
- 3 mesas de mezclas para:
a) pinchadiscos
b) ruidos/gritos de la afición
c) speaker/animador del cotarro.
- 25 furgonetas de policía nacional
- 50 unidades móviles de policía local
- 70 efectivos del Samur
- 50 perros.
- 4 helicópteros
- 1 hospital de campaña
Resultado:

Desde las once de la noche, riadas de jóvenes de sonrisa ancha y lluvia (de vino) en el pecho caminan por la Castellana interceptando todos los coches con enseñas madridistas (y por supuesto, increpando a quien no las lleva), camino de algo parecido a un concierto de Metallica, pero sin Metallica. A cambio, cinco horas (va en serio, cinco), sonando, por este orden, “We are the Champions”, “Campeones, campeones, oeoeoeoeeeo” y “Hala Madrid”, tres grandes éxitos trufados de la incomparable narración del speaker, cuya voz, atronadora gracias a una instalación de sonido que para sí quisieran los Rolling, grita una y otra vez cómo el Madrid es el equipo más grande de la historia del fútbol del mundo mundial. Airea tanto las 31 ligas blancas conseguidas que convierte Cibeles en una tienda de lencería para novias.

Acompañando sonido tan evocador, los cuatro helicópteros sobrevuelan la escena del crimen con insistencia y toman como epicentro el cuarto derecha de la calle San Marcos número 29. Parece que han encontrado al asesino. O algo peor, han descubierto la plantación de marihuana que escondo en mi mansión porque sus focos entran por las ventanas de la casa como si allí dentro se escondiera el cártel de Medellín, hecho que, animado por los frenéticos ladridos de 50 perros borrachos de tanto husmear papeleras llenas de cerveza y calimocho, convierten a Charlie y Nakata en dos gatos histéricos que maúllan y se esconde bajo el edredón donde, inocente de mí, intento conciliar un sueño reparador.

A las dos de la madrugada me quedo sin tabaco y bajo al salón en busca de alguna pava que calme mis nervios. Seguida por los gatos asustados (no hay nada peor, ¡dios!, que dos gatos asustados) conecto el televisor para averiguar cuánto queda de concierto o de redada o de lo que sea que está ocurriendo. Cuál no es mi sorpresa y desesperación al comprobar que la gran banda “Madridwearethechampions” ni siquiera ha llegado a la ciudad. Ahora conectan en directo con el aeropuerto, ya que el avión que los trae pide pista para aterrizar. Apago la tele. Si mis cálculos son correctos, entre que toman tierra, saludan, se suben al bus, recorren los quince kilómetros que les separan del estadio de la Cibeles, suben al escenario y dan su recital de esto-no-hubiera-sido-posible-sin-vosotros-que-sois-la-mejor-aficion-del-mundo-y-que-se-joda-el-barca, al asunto le faltan un par de horas para terminar. Durante ese tiempo pienso en cómo odiar al Madrid más todavía y en un estado de duermevela que confunde realidad y sueño, imagino cómo Charlie y Nakata, conocedores de un antiguo conjuro felino, dan vida a los leones que tiran del carro de la diosa Cibeles y devoran, por este orden, al speaker, a los 22 jugadores, al cuerpo técnico, al entrenador y a las 50.000 almas que piden que Raúl vuelva a la selección. Raúl, para mi regocijo, es el último en morir.

La orgía de sangre me hace temblar víctima de un sudor frío que recorre mi espina dorsal, pero pronto me doy cuenta de que lo que realmente ocurre es que los comandos de ataque que intentan descolgarse desde los helicópteros y entrar por mi ventana son en realidad las tropas francesas que el tres de mayo fusilaron a los valientes madrileños que se levantaron contra la ocupación extranjera. Bayonetas de repetición brillan bajo los potentes focos que manejan los soldados mientras suena Apocalypse Now. Mi hora está cerca. Sólo me quedan dos gatos que, valiente y arrojados, echan su última meada antes de saltar sobre el enemigo.

Veo el final del túnel, vienen a por mí, es el final. Sola, desesperada, al límite de mis fuerzas tras el largo asedio, decido morir matando y concentro toda mi fuerza, cual jedi, en la única arma que puede salvarme… EL DESPERTADOR.

viernes, 25 de enero de 2008

cosas que hacer en enero cuanto estás viva

Veinte minutos bajo el agua helada y mirando al sol que atardece dejan huella en la retina. Luego, cuando cierras los ojos, sólo ves puntos naranjas y negros y a una le parece que se ha comido un alucinógeno.
Cuesta salir del mar, pero la hipotermia amenaza con parar el corazón.
El corazón se quedaría allí, bajo las olas, si pudiera, pero no hay cuerpo que ande sin corazón.
El cuerpo se ha congelado. Si el mío tuviera pene ni siquiera me lo vería.
Tener pene tendría otra ventaja añadida y es que no andaría de rama en rama, como los monobos, probando ahora una tranca, ahora otra.
Los monobos son felices. Lo dicen sus escrituras sagradas.
Bajo el agua, con los ojos fijos en el sol, una se siente como el dios de los monobos, que no tiene más moral que la felicidad.
Todo el mundo sabe que hay atardeceres inolvidables. Pero este que miro ahora es más inolvidable todavía. Tres vodkas y un porrillo pueden hacer de cualquier atardecer de enero un momento único en el universo.
Me lo quedo para mí. El atardecer, me refiero. Me lo quedo de tal modo que mañana pueda cerrar los ojos y recordar que ayer fui un mono sagrado, con una tranca sagrada, sumergido en un mar de paz.