lunes, 8 de marzo de 2010

Noches de Stratocaster

Pasaron diciembre, enero y febrero. 31 días, 31 y 28 suman 90 noches y unos cuantos centenares de charlas con amigos en las barras de los bares. Los bares cierran pronto entre semana, así que tuve que tomar las riendas del desfase y abrí un after en mi casa de Chueca.
La decisión provocó que aparecieran más amigos. Salían de cualquier esquina del barrio. De la Fábrica, del Tony, del Mito, del Susan, de alguna pareja rota, de películas españolas de los ochenta, del teatro alternativo, de escenarios de salas musicales, de absurdos programas de televisión, de series de producción nacional, incluso vi salir a un par de las alcantarillas que hay junto al parking de Vázquez de Mella. A esos dos también les dejé entrar, cómo no, pero no se lo dije a nadie por si pensaban que me había convertido en Tyler Durden.
Tengo una teoría sobre la gente que sale de las alcantarillas: los fantasmas inesperados suelen ser los que más aportan en noches de politoxicomanía emocional.
Por supuesto, ahora no podría recordar los nombres de todos ellos. De algunos, ni sus caras. Otros, y no siempre los mejores, se quedaron a dormir, que a veces la gente se queda dormida en los after de confianza.
Hubo exaltación de la amistad, risas anchas y muchas bandas sonoras. La música es importante. Si te decides a abrir un after en casa no puedes ser descuidada con eso. Mejor es subirte a Sascha, la dj del último bar, y sentarla en youtube. Sascha es generosa, así que no hay problema con ella. Si no, siempre está Esteban, que en un par de horas edita en cd las versiones de un nuevo grupo, "Los Impedidos", con el que estuvimos a punto de publicar nuevo disco, pero que abortamos por falta de un agente con visión de futuro. Y porque por la mañana, cuando abrí los ojos, descubrí que las tres muletas que hay en el rincón del salón no eran guitarras eléctricas. Y eso que ya nos lo había dicho Fernando. Debería haberle hecho caso. Él sabe reconocer una Stratocaster cuando la ve.