miércoles, 13 de noviembre de 2013

Veo tantos documentales que nunca más podré leer novelas de caballería

Si apareces de tanto en cuanto sé exactamente por qué.
Te quedas a menudo sentada en el sofá, esperando que suene el silbato que anuncia el turno de entrada a la fábrica. Fantaseas con él (con el silbato) con mirada lasciva y te decides a fumar tantos cigarrillos como puedan aguantar tus pulmones. Lo que darías por un trabajo en una fábrica de Londres.

Como la sirena no suena siempre de siempre, dejas que el sol y tu libido se caigan del todo por la ventana de atrás y buscas a tientas en el armario el peto azul, la camisa gris de tergal y una gorra cualquiera de Repsol que aísla tus ojos de miradas ajenas.
Te calzas las deportivas, te compruebas en el espejo y te largas de casa, ajustándote la mochila al hombro derecho, que sabes es el hombro que te deja mover así las caderas.

La noche es clara hoy y ha empezado a soplar viento del norte. En Canarias hay temporales y en la meseta, madrugadas heladas.

Es el momento perfecto para saltarte tus normas. Es hora de caminar erguida calle abajo. Nadie que no sea ilegal avanza así de erguida  a las cinco de la mañana.
Me gusta verte andar como corresponde a tu rango.
No sé si eres Libra o Sagitario, serpiente o gallo. Tigre o mono.
Sé que estás en guerra.
Como yo, estás en guerra.
Y estás en  una de esas guerras en las que no sabes por quién debes tomar partido.
Así que esta vez no puedes hacer el ranking de los superhéroes. No tienes trabajo, ni dinero, ni siquiera una misión en el wa del móvil que te diga que tienes que dejar el sexo porque tienes otras cosa que hacer.

Definitivamente, estás fuera de la ley.
Mides 50 pies.
Nadie te querrá si mides 50 pies.
Pero has conocido a alguien que mide más de 50 pies.

Cuando conoces a alguien que mide más de  50 pies te entran ganas de vivir y sales de casa con las botas puestas. Recoges la basura que nadie recoge y cierras los ojos con una sonrisa en los labios.
Y no puedes dejar de recitar el catalán que canta Serrat. .
Y pinchas una y otra vez la canción que te dice que "de vez en cuando la vida toma contigo café y está tan bonita que da gusto verla, se suelta el pelo y te invita a salir con ella a escena"
Y aún llega la canción más allá. Te dice que "de vez en cuando la vida cocina con el pincel, se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla. "
Y te dices, como un mantra,: "ca c´est pour moi le plus triste et le plus belle paysage du monde. C´est ici ou le petit prince a apparu sur terre".
Y sabes que, a veces, la vida "afina con un pincel".
Y se nos eriza la piel.
Y eres tan feliz que  da gusto verte.
Y es entonces cuando, al darte cuenta de que experimentas contigo como si rodaras un documental de National Geographic,  entonces dejas de leer novelas de caballería, pones el antiespía a funcionar  para que mañana funcione mejor y te acuestas.
Por eso de soñar, antes de enfrentarte a los molinos de viento.